(DECOSAL - IATESA) - La muerte de Jesús en la Cruz, es el signo de la redención de todos los que sufren fruto del pecado propio y de la sociedad en general que grita enloquecida: ¡Crucifícale! Cristo Jesús, el mesías esperado durante siglos, es el primer sacrificado de nuestra iglesia. Es Dios que muere en manos de pecadores. La muerte es la parte final, pero no la más impactante de la pasión.
El relato está lleno de imágenes de abuso y humillación: Cristo azotado, coronado de espinas, los guardias que se burlan de él y se reparten su vestiduras, Dios obligado a cargar con la cruz en que será clavado, la colocación de un letrero que irónicamente le nombra como ´´Rey de los Judíos´´.
Todo esto sucedió a un hombre cuyo único crimen había sido decir la verdad y ayudar a los demás, con solidaridad con los que sufren sin que le importara otra ley que la del amor. Este hombre, tuvo todo el poder a su alcance para evitar el abuso en su contra. Sin embargo, aceptó ser sacrificado para mostrar con su ejemplo que la tolerancia es signo de grandeza. Rompe el círculo vicioso de la violencia, aceptando las culpas de los que le acusaron y mataron para calmar su ambición y ansias de poder.
Su muerte fue necesaria para que hubiera Pascua. El paso hacia la vida no se pude completar si no existiera este sacrifico previo. ¡Hay que morir para poder resucitar!
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