Cardenal Cañizares |
CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 16 de julio de 2011 (ZENIT.org).-“Verdad y medios de comunicación” ha sido el tema del curso de verano organizado por la Universidad Católica de Ávila, clausurado en la tarde del 14 de julio por el cardenal prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, quien ha sintetizado en “L'Osservatore Romano” su intervención.
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Trabajar en los medios de comunicación social es apasionante pero no es fácil; puede parecer fácil, sólo a quien nunca se ha decidido a hacerlo verdaderamente. En efecto, no es fácil servir cada día al hombre con la ayuda de la palabra, porque ésta por su naturaleza, al indicar la verdad de las cosas, es sagrada. Lo sagrado exige amor y respeto y excluye la manipulación. El que muestra la verdad debe dejarse conducir por ella, más aún debería cambiar la propia vida. Su objeto es el hombre, la historia del hombre, lo vivido por el hombre, la noticia que tiene al hombre como protagonista e interesa e implica al hombre. La verdad del hombre. Son notarios de la realidad, pero de una realidad no distorsionada, la realidad en su verdad y en su verdad completa, no sesgada ni puesta al servicio de intereses que no son los del bien del hombre, de la persona y de la sociedad, también en su verdad.
Nuestra sociedad tiene una grandísima deuda con la verdad. Sufre bajo el poder dominante del relativismo que es, sin duda, un cáncer de nuestra cultura y nuestra sociedad. Hay ausencia y carencia de libertad a pesar de todas las apariencias en contrario; sobran sucedáneos de la libertad Todo ello porque se falta a la verdad, porque se trata de domeñar la verdad y servirse de ella en lugar de servirla, porque se manipula la realidad, porque se la pone al servicio de intereses y poderes. Los profesionales de los medios de comunicación social, desde los que los dirigen y financian hasta los que ejercen las últimas funciones en los mismos, tienen aquí una responsabilidad muy grande: habrá una sociedad libre, una nueva civilización del amor, una cultura de la vida y una paz entre los pueblos, si los medios de comunicación sirven a la verdad, la verdad del hombre.
Al contar los profesionales de los medios lo que ven, confiesan lo que son. Leyendo un artículo inmediatamente sentimos como el periodista trata al hombre y las cosas; o bien el trata de comprender a los hombres como son o los piensa como una materia con la que se puede hacer lo que se quiere. Cuando para el periodista la realidad es sagrada, la palabra con que trata de mostrarla no está sujeta a la manipulación. Es una palabra libre, no atada, y al servicio de la libertad, inseparable siempre de la verdad.
Al contar los profesionales de los medios lo que ven, confiesan lo que son. Leyendo un artículo inmediatamente sentimos como el periodista trata al hombre y las cosas; o bien el trata de comprender a los hombres como son o los piensa como una materia con la que se puede hacer lo que se quiere. Cuando para el periodista la realidad es sagrada, la palabra con que trata de mostrarla no está sujeta a la manipulación. Es una palabra libre, no atada, y al servicio de la libertad, inseparable siempre de la verdad.
La verdad de las cosas, de los acontecimientos, y la verdad del hombre exige de los periodistas un trabajo que sólo podrán llevar a cabo siendo libres. Ser libre significa pertenecer a la verdad, más aún, ser capaz de arriesgarlo todo por ella. Su búsqueda de la verdad, su pasión por la verdad, su servicio a la verdad habría de ser, en principio, una de sus mayores aportaciones y servicios a la sociedad, a la construcción de una sociedad libre y democrática, a una sociedad éticamente fundada, al rearme moral de la misma, a la superación de la crisis actual que es más que una crisis económica porque es una crisis moral, porque en el fondo es una crisis y una quiebra humana, una crisis de la verdad del hombre.
Hago mías enteramente las palabras que el Beato Juan Pablo II dijo a los profesionales de los medios de comunicación social en su primera visita a España, en 1982: “La búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante, exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y de selección crítica. No es fácil, lo sabemos bien. Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es menos la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptibles ante la verdad. Con la sola guía de una recta conciencia ética, y sin claudicaciones por motivos de falso prestigio, de interés personal, político, económico o de grupo”.
Todos los profesionales de los medios de comunicación y de manera especial quienes profesan la fe cristiana, en Jesucristo, testigo de la verdad que ha venido a iluminar a todos los hombres, encontrarán luz y norte para su actuación y su servicio. Su presencia es luz y esperanza para las gentes, es fuente de unidad para todos, es raíz de humanización sin excepción de hombre o de mujer alguno, es sanación y futuro para todos: su palabra es buscada y escuchada porque trae la verdad. Su palabra trae salud, paz y esperanza para los hombres. Él es la Palabra que revela el misterio de Dios y desvela a l hombre su propio misterio, en él encontramos la verdad de Dios e inseparablemente unida la verdad del hombre.
Por el cardenal Antonio Cañizares Llovera
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