Eugenio María de Hostos |
P. Jesús Hernández, sdb
Director de la BAS
San Juan Bosco, genio educador cual ninguno, basa su sistema educativo, vigente desde el comienzo de su obra (1841), en tres principios reducidos a tres palabras: Razón, Religión y Amabilidad. Los salesianos las estudiamos de mil modos y as llevamos en el corazón, ciertamente desde el punto de vida cristiano y pedagógico, no meramente filosófico o científico.
Estos días se me ha invitado a ponderar una de ellas, la razón, a raíz de la publicación de la obra Eugenio María de Hostos, Apuntes de un normalista, publicada por el Archivo General de la Nación (2010). Para mí es obligado dedicarle unas reflexiones desde la Biblioteca Antillense Salesiana, donde encuentro materiales sobrados para hacerlo.
En primer lugar, el autor de los “apuntes” identifica su exposición con las doctrinas de Eugenio María de Hostos, tanto que el editor omite su nombre sustituido por el del Maestro. He leído varias páginas y encuentro un parecido perfecto del capítulo “Resumen de los Prolegómenos de la Moral” con la doctrina oficial del capítulo 28 de la Moral Social titulado “La moral y la Iglesia católica”.Hago, pues, causa común entre ambas fuentes y con ellas entablo mis reflexiones.
Por naturaleza en estos temas soy un tanto tajante, pero razonable. No escribo a favor o en contra de ninguna persona; solo leo las palabras y reflejo el sentido normal de lo que han dejado escrito.
Reconozco que los biógrafos por una parte y los estudiosos especialistas por la suya, son los llamados a enfocar los grandes valores del hombre y de su obra: verdad (filosofía-ciencia), bondad (moral), belleza (estética) y santidad (religión). Yo me limito al orden de la filosofía y veo que se trata de una filosofía haragana, barata, callejera de quien no frecuentó la facultad a universitaria de Madrid y aprendió de la calle de los así llamados librepensadores (anticlericales en ese momento). Al escribir Hostos no dispone de herramientas ni materiales para ofrecer un edificio de filosofía levantado y equipado. En ninguna obra tiene una página dedicada a los grandes problemas que propone la razón filosófica a través de los siglos.
Según mi parecer, hay dos principios metafísicos ausentes, con todas sus consecuencias: el principio de causalidad y el principio de finalidad, que por ser propios de la metafísica no entran en la decantada ciencia moderna, ni en los tratados de los que se dicen “científicos”. Esa carencia en la metafísica se refleja naturalmente en la “religión” y en la educación. No existe un Dios Creador (Causa Eficiente Trascendente en metafísica que lo engloba todo). No existe un Dios Remunerador de acuerdo a una finalidad en el hombre, con lo que carece de sentido la responsabilidad personal y lo absoluto de toda moral.
(No insisto en el caso de que se elimine de la historia humana la figura de Jesucristo como Dios Encarnado, con lo cual desaparecen igualmente todas las secuencias de su presencia en la Iglesia a través de la fe). Queda en el hombre lo físico, lo biológico, lo psíquico, lo social y nada más. A esto suele llamarse pensamiento laico o liberal en un sentido puramente negativo, sin entender lo positivo que esas palabras incluyen. Para el normalista todo queda anulado, suplantado, sustituido, reducida a nada, porque así lo manda la ciencia y se debe ante todo ser “racional”. Triste perspectiva de un educador. Nótese que lo que tienen delante el Maestro y el normalista es la fe cristiana, el Dios de Jesucristo a quien valoran pero ante quien se profesan “descreídos.”
Aporto un texto: “Del examen de nuestras relaciones con el mundo físico puede salir, conviene que salga, es útil y dulce que salga un sentimiento religioso,... pero no puede salir un conocimiento de la divinidad que todas las religiones positivas tienen la pretensión de imponer a los mortales.
“Parece, al contario, que cuanto mas escrupuloso es el examen que hacemos de las relacione que nos ligan con el mundo externo mas improbable se hace la demostración de esa realidad trascendental que los religionarios personifican diversamente en un ser de distintos atributos. Siendo imposible la demostración, lo que en realidad y en verdad parece que se deduce del examen de esa relación, es que la razón humana está limitada dentro de un orden o menos extenso o menos elevado o menos trascendental “Apunes de un normalista (Pág. 124) (El subrayado en el texto).
En abierto contraste tengo a la mano el capítulo “La unidad categorial metafísica del valor. Las notas típicas del complejo valioso” de la Metafísica categorial de Andrés Avelino. Digo contraste no precisamente por la palabra categorial (a la que lamentablemente yo no le encuentro ningún sentido, aunque aparece mil veces en ese libro. He expresado en otras ocasiones esta observación y sigo buscándole significado).
Me refiero a un pensamiento expresado frecuentemente por Avelino con unas palabras que son auténtica y verdaderamente suyas. Trata un problema de fondo y vislumbra la línea de solución; encuentro unidos a Dios y al Hombre en virtud de los dos principios negados por los positivistas: Dios como causa creadora y como donante de sentido a todo lo humano.
Propongo el texto: “Dios, el supremo a priori, la suprema forma la suprema categorial pura, comprende categorialmente a la Concepción del espíritu y a la Concepción del Universo, desciende al través de ellas hasta el hombre y le imprime en su estructura óntica una metafísica...” (pág. 19)
“La verdadera causa del valor es la voluntad dirigida a fines, la suprema necesidad teleológica, que el supra-yo infunde en el yo como impulso de sentido, y como finalidad en la íntima estructura de los objetos” (pág. 299)...
Mientras para Avelino Metafísica y Religión son valores supremos, en Hostos tenemos ausencia total tanto de la Metafísica como de la Religión. El uno roba al normalista la razón plena, el otro la cultiva como recurso necesario para trasformar el mundo desquiciado. Avelino hace bajar de lo alto una la participación de lo divino, a través de quien tiene en sí los valores materiales y espirituales; Hostos lo encuentra todo en la condición física y en sus leyes, nada personalizado.
Avelino y Hostos dos grandes como Marcel y Sartre, como Ortega y Unamuno, como Zubiri y Savater...inconsciente o conscientemente siempre en contraste....El uno, con su razón positiva...le quita al discípulo la posibilidad de la otra razón abierta a las grandes peguntas. El reduccionismo operado por Hostos es tan grande que desaparece lo más sagrado de lo humano y dominicano. La razón en su ejercicio puramente humano puede encontrar y encuentra algo superior que no por eso es irracional. No hay ninguna razón para desplazar, para negar, para suprimir lo que no está a mi alcance como hombre, aunque renuncie voluntariamente (caprichosamente) a verlo.
Termino citando dos libros que ayudan a desmitificar a Hostos: Rafael Aragunde, Hostos ideólogo inofensivo, moralista problemático (1998), Argimiro Ruano, Biografía de Hostos. Tomo séptimo Eugenio María Hostos por dentro 1839-1870 (2005).
Y me despido con dos sentencias bíblicas, verdaderos absurdos leídas fuera de la fe. Dice Salomón: “Por más cumplido que sea un hombre, si le falta tu sabiduría, no valdría nada (Sap 9,6) Y Jesús de Narzaret: “Sin mi no podéis hacer nada” (Jn 15,5).
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