Terremoto devastador, tsunami, incendios, riesgos en plantas nucleares y destrucción masiva de infraestructura; sin embargo, nada de eso es tan doloroso como la pérdida de miles de vidas y la desaparición de miles de personas. Japón, tercera economía mundial, ha sufrido un embate concatenado de desastres. Ni el ser una potencia tecnológica le eximió del impacto de una fuerza superior. Ahora le veremos recurrir a las bases de su identidad cultural para luchar y reconstruir lo perdido.
Esta crisis nos recuerda otras, en las que, como organizaciones y personas experimentamos, provocadas desde diversos frentes que se combinan entre sí desafiando nuestra ecuanimidad. Es como si todas las adversidades posibles hubiesen confabulado para desestabilizar y provocar un intenso caos. Nada sale bien y el efecto dominó de los problemas acrecienta el desconcierto, la amargura y la desesperación. El límite de la tolerancia hacia los demás, de la confianza en uno mismo y de la estabilidad emocional está cerca. ¿Alguna vez se ha sentido usted así?
En muchas casas de familias japonesas, se percibe un contraste entre la fragilidad de los materiales de construcción y la solidez integral de quienes la habitan. Las flexibles divisiones internas son hechas con los "fusumas," puertas deslizables y livianas de madera y papel de arroz. Los espacios interiores son pequeños, pero su uso versátil se adapta a las actividades de la familia. Por ello, cuando ocurrió el tsunami miles de viviendas flotaron y fueron fácilmente abatidas por las aguas.
No obstante, al interactuar con familias japonesas, dentro y fuera de su país, somos testigos de su aferramiento a la disciplina, la puntualidad y a la honestidad: "si no es tuyo es de alguien más." Esto se conoce como el "bien ser." En las empresas se enfatiza un segundo dogma: "bien hacer," o sea, todo lo que debe hacerse ha de realizarse con máxima calidad, tanto en el plano personal como organizacional. Un tercer principio es "bien estar" en lo moral, lo físico, lo intelectual y lo espiritual; el premio al hacer lo correcto es la felicidad y el bienestar en la conciencia. Finalmente, practican el "bien tener," y por ello desde jóvenes se preparan para la vejez, siendo el país con el ahorro per cápita más elevado del mundo.
A esos cuatro principios, según los resume Carlos Kayuga, empresario de origen japonés, se le suma la conocida cultura de trabajo en equipo, mejoramiento continuo, exigencia en el trabajo fuerte y respeto en las relaciones laborales.
Así, una vez más, veremos a los japoneses recurrir a su fortaleza mental, valores e idiosincrasia, para colocarse por encima de las vicisitudes, reiterándonos que lo frágil de nosotros puede ser arrasado por un "tsunami" de problemas, pero no la dignidad ni las raíces que conforman la esencia de una persona, empresa o país.
German.retana@incae.edu
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