Toda acción es precedida por una decisión. Lo que sucede en una organización es el resultado de una gran inteligencia, o de falta de ella, en las decisiones de sus miembros. Conocer quiénes detentan el poder y sus criterios para marcar rumbos, es una buena manera de predecir el destino de las organizaciones.
En cada instante experimentamos dos procesos sucesivos: percibimos situaciones y decidimos sobre ellas. Así, somos responsables directos, tanto por la forma en que interpretamos lo percibido como por las consecuencias que pongamos en acción vía decisiones.
Como afirma Deepak Chopra: "Sea que nos guste o no, todo lo que está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que tomamos en el pasado." En igual modo, el futuro se diseña con decisiones en el presente. La paradoja es que casi nunca se tiene toda la información necesaria como para desplazar la intuición, las corazonadas y hasta el instinto en este delicado proceso de decidir. Según Sófocles, las decisiones rápidas son inseguras y para Benjamín Franklin, la peor decisión es la indecisión.
Con la advertencia de esos tres pensadores no queda más que aceptar la realidad de que, es por medio de las decisiones, como llegamos o no donde queremos. El dolor, el arrepentimiento, la culpa y la infelicidad, pueden originarse en malas decisiones. La prosperidad y la calidad de vida futura se labran a partir de disposiciones correctas en momentos precisos.
Un jugador de fútbol, por ejemplo, toma decisiones en milésimas de segundo que pueden hacer la diferencia entre el triunfo o el fracaso para su equipo. ¿Cómo puede él reaccionar con la conciencia tranquila, aun si se equivoca? En primer lugar, necesita estar programado a que desde antes de recibir la pelota debe haber visualizado qué es lo mejor que puede hacer con ella en beneficio de su equipo. Segundo, debe tener tan arraigados los valores que comparte con sus compañeros, que estos guían casi instintivamente sus decisiones.
Las organizaciones se complican cuando sus tomadores de decisiones no piensan en el bien común ni se orientan por los valores pactados. Se enredan cuando sus miembros no comparten criterios uniformes para decidir y caen en contradicciones, choques irracionales de opinión, determinaciones basadas en prejuicios, miedo, desconfianza, avaricia, ira u otras emociones destructivas.
El camino al éxito, en cambio, se basa en decisiones valientes fundamentadas en principios de alto nivel, asumidas por personas con amplitud mental para percibir y con discernimiento inteligente para decidir.
Ahora analice: ¿Quiénes toman las decisiones claves en su equipo? ¿Están esas personas alineadas entre sí? ¿Basan sus determinaciones en los más loables fines y valores que su organización pregona?
German.retana@incae.edu
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