jueves, 14 de abril de 2011

Gracias Olegaria


Doña Olegaria Quintana
La Inspectoría Salesiana de las Antillas comunica la triste noticia del fallecimiento de Doña Olegaria Quintana Díaz, madre del P. Nicolás Navarro (Colacho).

Los restos mortales serán expuestos el lunes 18 de abril de 2011 en la Funeraria Liber en Junior City, NJ desde las 4:00 pm. hasta las 10:00 pm. y el martes 19 será la Misa de exequia a las 10:00 am.

Nacida en Gran Canaria y fallecida en New Jersey a la edad de 98 años. Acompañamos al P. Colacho y a toda su querida familia.



Homilia del P. Nicolás Navarro durante el funeral de Doña Olegaria
Martes 19 de abril 2011

Cuantas veces en circunstancias como estas para muchas personas me ha tocado decir unas palabras de consuelo compartiendo el dolor de la gente y al mismo tiempo la satisfacción de ofrecer a Dios vidas largas y ejemplares. Hoy nos toca a nosotros, la familia y los amigos de Doña Olegaria, nombre que le llegó por el santoral católico – el 6 de marzo,  Del Pilar por premio y amor a la madre de Dios.


1-Una tradición familiar dice en esta familia que por respeto a la abuela se hable siempre
que se pueda en español. Así lo hacemos: para que así te sientas bien, Olegaria del Pilar…

El privilegio de decir estas palabras y la presencia de mucha gente de la familia salesiana de aquí y de las Antillas es un reconocimiento  por ese lugar especial de su casa donde por tantos años ha estado presente la efigie de Don Bosco, o aquella imagen del santo que donó a su querida parroquia del Sagrado Corazón en su terruño natal, que todavía es venerada  con amor. Gracias Olegaria!

2.- “Larga vida a la reina”, dicen los ingleses. Así te saludamos hoy con doble razón: porque tuviste larga vida en la tierra, y porque has comenzado las más hemosa y larga vida, la eterna. Para todo hijo, su madre es una reina, para nosotros también.  Desde su porte y su corazón hasta su sabiduría, gracia y tino para gobernar. Hay que reconocer que esos seis grados de escuela que tuvo en la vida fueron el equivalente a muchos doctorados de hoy.

3.- Dicen que cuando las cosas se practican o ensayan suelen salir mejor.
Esta despedida debe ser así porque Olegaria nos citó para un ensayo general hace dos años.
En aquel momento yo tuve pensamientos, y hasta los escribí, parecidos a los de hoy.
Pero lo que parecía el final fue el ensayo. Luego vino la milla extra. Esa fue otra de sus grandes enseñanzas, Olegaria siempre vio esa milla extra, siempre vio el reto, siempre tuvo corazón olímpico: altius, fortius, más fuerte, más alto.



Aquí estamos sus hijos y amigos admirando y aprendiendo la lección: siempre más alto, siempre. Los siete hijos aquì presentes somos siete testimonios, diferentes, pero iguales.
Los siete podemos contar la historia de una mujer de otro mundo, de una mujer fuerte, de una mujer bendecida por Dios con los dones especiales de la belleza y la salud, pero sobre todo con el don de una gran sabiduria.



Muchas veces el camino y los lugares geográficos se convierten en expresión de algo mucho más profundo. Así he leído muchas veces ese camino: de un humilde rincón de la montaña  de la Gran Canaria, salió una mujer decidida y con visión de futuro, anduvo muchos mares hasta que los caminos de la vida la trajeron a la ribera de la Gran Manzana.

4.- Hay muchas maneras de pasar de esta vida a la eterna, algo así como hay muchas maneras de pasar el peaje: o te detienes a pagar y buscas el cambio, o pasas por el carril exclusivo - el easy pass dicen aquì -. Está claro que ella acaba de pasar de esta vida a la eterna por el carril exclusivo.



Murió viendo cumplidos muchos de sus deseos finales, y nos deja como mejor regalo una familia linda, la que tantas veces viajó en clase económica  por los cielos de este mundo,
acaba de hacer este viaje final en primera clase: como se lo merecía.



Le dan ese privilegio sus años de trabajo, esfuerzo, fe, lucha y entrega, y esos ángeles especiales que Dios puso en su camino – y me tomo la libertad de citar a sus hijas Soledad, Amparo y Josefa, y el regalo del Dr. Barrios por tantos años y la enfermera Ivonne en sus últimos días.



Para ellos un pensamiento especial y agradecido.

5.- Hablando de Olegaria ciertamente habría mucha tela que cortar. Y ese es otro tema, porque de eso sí supo mucho Olegaria. Cuánta tela cortada, zurcida, remendada, bordada por sus manos hábiles. En eso sabemos bien que fue maestra muy cualificada. Pero hay que terminar, y quiero para ello volver a la poesía y al Evangelio.


Hay cosas que no tienen mucha explicación lógica. Sobrepasan el pensamiento. La muerte  es una de esas realidades. Siempre nos quedamos cortos en las interpretaciones y expresiones.


Siempre hay preguntas que parecen no tener respuesta – aunque en esta ocasión no son tantas – Pero claro, siempre el dolor nos hace pensar en lo difícil de aceptar la voluntad de Dios.



Y con el gran Antono Machado hablamos al cielo:
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la  mía,
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

La herencia del corazón emigrante de Olegaria nos deja a sus hijos en los mares de esta vida
que seguimos cruzando y donde seguimos remando mejor o peor, a veces con la nostalgia y el dolor de una aparente ausencia y siempre con la fe y la esperanza de una eterna e indestructible nueva presencia. Y hablando de esa nueva presencia, estamos tocando la esencia de nuestra fe.



Olegaria fue una gran mujer de fe, una creyente en Dios que supo infundir en los suyos los grandes principios de la fe cristina. Con tres hermanas monjas y dos hijos curas, tuvo una religiosidad muy a su manera, sin caer en estilos comunes o de corte muy tradicionalista. Fue como en todo, mujer con ideas propias muy claras. Con una religiosidad sólida y yo diría que de avanzada. Como si viviera  el concilio antes de que se hiciera.

En algo la muerte siempre duele, y un poco de soledad nos deja. Y parece como que se detiene la vida. Pero no, hay que seguir, como dice el poema:
“Sé que hay que seguir navegando, sigan exigiéndome cada vez más para poder seguir
porque hay que decir que sacarle a la vida su talla tiene que doler. 
Nuestra vida es tan alta, tan alta que para tocarla casi hay que morir, para luego vivir.

Olegaria, desde esta orilla vemos el barco que se aleja y decimos… se fue. En la otra orilla alguien ve el barco que se acerca y exclama: llegó. Es verdad que te llevas contigo desde esta orilla un pedazo grande nuestro corazón. Pero es también cierto que aquì nos dejas a nosotros un pedazo muy grande de tu corazón y mil razones para vivir, para seguir.



Aquí con un poco de tristeza te decimos adiós. Allá con una alegría infinita te recibe el abrazo de Dios. Desde esta orilla a la otra orilla nos une el recuerdo como un inmenso puente. Y por ese puente nos seguimos amando, madre querida, Olegaria del alma. Mami, Bendición.

1 comentario:

  1. P. Colacho, hace tantos años que no me ves, que no te veo que se que ni me recuerdas, soy tu ex alumno de la Escuela agrícola Salesiano de La Vega, soy Vilomar, recibí tanta aceptación de tu parte que me hizo sentir muy triste tu traslado a Puerto Rico, te agradezco durante toda mi vida, y tu pena sera mi pena, tu alegría mi alegría. Se conforme con la despedida de tu madre, siempre habrá otra oportunidad, al menos eso tu decias, no es mas que un "hasta luego".

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